domingo, 26 de diciembre de 2010

LA CASUALIDAD NO EXISTE

     ...Desde donde estoy sentada en estos momentos, en la sala de estar llena de flores de mi casa en Scottsdale (Arizona), contemplo mis 70 años de vida y los considero extraordinarios. Cuando era niña, en Suiza, jamás, ni en mis sueños más locos -y eran realmente muy locos-, habría pronosticado que llegaría a ser la famosa autora de Sobre la muerte y los moribundos, una obra cuya exploración sobre el último tránsito de la vida me situó en el centro de una polémica médica y teológica. Jamás me habría imaginado que después me pasaría el resto de la vida explicando que la muerte no existe.

     ...Algunas de mis opiniones son muy poco ortodoxas. Por ejemplo, durante los últimos años he sufrido varias embolias, entre ellas una de poca importancia justo después de la Navidad de 1996. Mis médicos me aconsejaron y después me suplicaron, que dejara el tabaco, el café y los chocolates. Pero yo continúo dándome esos pequeños gustos. ¿Por qué no? Es mi vida.
     Así es como siempre he vivido. Si soy tozuda e independiente, si estoy apegada a mis costumbres, si estoy un poco desequilibrada, ¿qué más da? Así soy yo.
    De hecho, las piezas que componen mi existencia no parecen ensamblarse bien. Pero mis experiencias me han enseñado que no existen las casualidades en la vida. Las cosas que me ocurrieron tenían que ocurrir.

     ... Más adelante me sentí impulsada a comprar una granja de 120 hectáreas en Virginia, donde construí mi propio centro de curación e hice planes para adoptar a bebés infectados por el sida. Aunque todavía me duele reconocerlo, comprendo que estaba destinada a ser arrancada de ese lugar idílico.
     En 1985, después de anunciar mi intención de adoptar a bebés infectados por el sida, me convertí en la persona más despreciada de todo el valle Shenandoah, y aunque pronto renuncié a mis planes, un grupo de hombres estuvo haciendo todo lo posible, excepto matarme, para obligarme a marcharme. Disparaban hacia las ventanas de mi casa y mataban a tiros a mis animales. Me enviaban mensajes amenazadores que me hicieron desagradable y peligrosa la vida en ese precioso paraje. Pero aquel era mi hogar, y obstinadamente me negué a hacer las maletas.

     Viví casi diez años en la granja de Head Waters en Virginia. La granja era justo lo que había soñado, y para hacerla realidad invertí en ella todo el dinero ganado con los libros y conferencias. Construí mi casa, una cabaña cercana y una alquería. Construí también un centro de curación donde daba seminarios. Tenía el proyecto de adoptar a bebés infectados por el sida, para que disfrutaran de los años de vida que les quedaran, los que fueran, en plena naturaleza.

     La vida sencilla de la granja lo era todo para mí. Nada me relajaba más después de un largo trayecto en avión que llegar al serpenteante camino que subía hasta mi casa. El silencio de la noche era más sedante que un somnífero. Por la mañana me despertaba la sinfonía que componían vacas, caballos, pollos, cerdos, asnos, hablando cada uno en su lengua. Su bullicio era la forma de darme la bienvenida. Los campos se extendían hasta donde alcanzaba mi vista, brillantes con el rocío recién caído. Los viejos árboles me ofrecían su silenciosa sabiduría.
     Allí se trabajaba de verdad. El contacto con la tierra, el agua y el sol, que son la materia de la vida, me dejó las manos mugrientas.

     Mi vida
     Mi alma estaba allí.
     Entonces el 6 de octubre de 1994 me incendiaron la casa.

     Se quemó toda entera, hasta el suelo, y fue una pérdida total para mí. El fuego destruyó todos mis papeles. Todo lo que poseía se transformó en cenizas.

"Todo el mundo sufre contratiempos en la vida. Cuanto más numerosos son más aprendemos y maduramos"

      ...Era algo aniquilador, pasmoso, incomprensible. Entre lo que había perdido estaban los diarios que llevaba mi padre desque que yo era niña, mis papeles y diarios personales, unos 20.000 historiales de casos relarivos a mis estudios sobre la vida después de la muerte, mi colección de objetos de arte de los indios norteamericanos, fotografías, ropa, todo.
     Durante 24 horas permanecí en estado de conmoción. No sabía cómo reaccionar, si llorar, gritar, levantar los puños contra Dios, o simplemente quedarme con la boca abierta ante la férrea intromisión del destino.

"La adversidad sólo nos hace más fuertes"

     Siempre me preguntan cómo es la muerte. contesto que es maravillosa. Es lo más fácil que vamos a hacer jamás.
     La vida es ardua. La vida es una lucha.
     La vida es como ir a la escuela; recibimos muchas lecciones. Cuanto más aprendemos, más difíciles se ponen las lecciones.
     Aquélla era una de esas ocasiones, una de las lecciones. Dado que no servía de nada negar la pérdida, la acepté. ¿Qué otra cosa podía hacer? en todo caso, era sólo un montón de objetos materiales, y por muy importante o sentimental que fuera su significado, no eran nada comparados con el valor de la vida. Yo estaba ilesa, mis dos hijos, ambos adultos, estaban vivos. Unos estúpidos habían logrado quemarme la casa y todo lo que había dentro, pero no podían destruirme a mí.

"Cuando se aprende la lección, el dolor desaparece"

     Esta vida mía, que comenzara a muchos miles de kilómetros, ha sido muchas cosas, pero jamás fácil. Esto es una realidad, no una queja. He aprendido que no hay dicha sin contratiempos. No hay placer sin dolor. ¿Conoceríamos el goce de la paz sin la angustia de la guerra? Si no fuera por el sida, ¿nos daríamos cuenta de que el mundo está en peligro? Si no fuera por la muerte, ¿valoraríamos la vida? Si no fuera por el odio, ¿sabríamos que el objetivo último es el amor?
     Me gusta decir que "Si cubriéramos los desfiladeros para protegerlos de los vendavales, jamás veríamos la belleza de sus formas".

     Reconozco que esa noche de octubre de hace dos años fue una de esas ocasiones en que es difícil encontrar la belleza. Pero en el transcurso de mi vida había estado en encrucijadas similares, escudriñando el horizaonte en busca de algo casi imposible de ver. En esos momentos uno puede quedarse en la negatividad y buscar a quién culpar, o puede elegir sanar y continuar amando. Puesto que creo que la última finalidad de la existencia es madurar, no me costó escoger la alternativa.

     Así pues, a los pocos días del incendio fui a la ciudad, me compré una muda de ropa y me preparé para afrontar cualquier cosas que pudiera ocurrir a continuación.
     En cierto modo, ésa es la historia de mi vida.

Extractos del 1º capítulo del libro autobiográfico "La Rueda de la Vida" , de Elisabeth Kübler Ross

 Ánimo, Quiz, espero que salgas pronto del hospital.
Gracias, Luisa y Ori.



Besos 
noche

6 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Buen inicio para un libro. Intentaré leerlo.

nocheinfinita dijo...

Merece la pena leerlo mariajesus.

Un beso

Riada dijo...

Leí el libro hace años, muy bueno, llega al alma. :)

nocheinfinita dijo...

*Riada, es un libro que como bien dices, llega a lo más profundo de uno mismo.

Un beso

Myriam dijo...

NOche, cando vine a tu blog, no estaban habilitados los comentarios. Es decir, a mi no me salía ningún lugar en donde ponertelos. Me extrañó mucho.

Quería desearte un muy Feliz Año y también comentarte esta enrada:

Conozco sus teorías, conozco su trabajo y es magnífico.

Un fuerte abrazo

nocheinfinita dijo...

Myriam, gracias por tus deseos. Espero que para ti también sea un Feliz año.

Estoy empezando a leer este tipo de trabajos y teorías y la verdad que me parecen muy interesantes y que ayudan en muchos momentos de bajón. Al igual que me ayudan muchas de las entradas de tu blog. Espero que vuelvas pronto por estos cibermundos.

Un abrazo.