jueves, 26 de noviembre de 2009

EL PODER DE LA MÚSICA Y EL MISTERIO DE LA BACTERIA MUTANTE

Al parecer, incluso en el cerebro más dañado, la música es lo último que se pierde. Crecemos en un entorno en el que hay música por todas partes, ya sea música popular o sofisticada, jazz, clásica… Todos hemos crecido en un entorno musical, y el cerebro es muy sensible a la música.

En la actualidad Oliver –Sacks está trabajando en textos en los que habla de personas que tienen alucinaciones musicales. Sus protagonistas son individuos que, de repente, escuchan música con tal viveza que creen que alguien ha encendido la radio o que hay alguien tocando el piano en el cuarto de al lado…

La primera experiencia terapéutica del doctor Sacks con la música se describió en su maravilloso libro DESPERTARES. Entonces fue cuando Sacks entrevió la posibilidad de usar la música para reconstruir los cerebros de sus pacientes. En ese libro se describía a personas sin movimientos, congelados: no podrían moverse ni dar un paso…!pero podían bailar! Y se presentaba a pacientes que no podían emitir ni una sola sílaba… ¡pero podían cantar!.

“Yo sabía que la música, al parecer, de alguna manera y al menos durante algunos minutos, sobrepasaba el mal de Parkinson y liberaba a los pacientes: les permitía el movimiento libre. A veces se podía ver incluso que cuando se imaginaban la música, también podían funcionar de una manera similar: sólo pensando en ella, superaban en parte sus impedimentos. Y todo cambiaba con la música: las ondas cerebrales cambiaban y había un cambio neurológico profundo.”

Entre 1918 y 1926 cinco millones de personas en todo el mundo se contagiaron de manera fulminante de una misteriosa enfermedad identificada por primera vez por el médico austríaco Constantin von Economo, y cuyo origen resultaba desconocido. Se llamó “encefalitis letárgica”. Un tercio de los afectados murió, otro tercio se recuperó, y el otro quedó confinado de por vida a una existencia terrible, en un estado de completa apatía e inmovilidad. Se había producido en estas personas un daño en la parte del cerebro que regula el movimiento, de manera que los enfermos caían en un aletargamiento crónico. Algunos de ellos sobrevivieron durante muchos años, conservando sus facultades mentales pero incapacitados totalmente para moverse.

Cuarenta años más tarde, aún vegetaban olvidados en hospitales de todo el mundo. Un médico, Oliver Sacks, logró lo impensable en un hospital de Nueva York en el verano de 1969: descubrió que eran capaces de recuperar durante breves momentos la coordinación motora, a pesar de su aparente desconexión con el mundo real. Y se le ocurrió probar algo nuevo, una nueva sustancia: la levodopa.. El doctor Sacks decidió proporcionársela a los enfermos de encefalitis letárgica. Tras su administración se produjo un cambio espectacular: en apenas unos días, los pacientes de encefalitis letárgica despertaron de su “hibernación” y recuperaron sus conductas anteriores a la enfermedad. Para ellos era como si el tiempo no hubiera transcurrido: conservaban intactos sus hábitos, sus recuerdos y en definitiva, su personalidad.

La música representó una ayuda inestimable en este despertar, ya que los transportaba literalmente a su vida anterior, muchos años atrás, y recuperaban la personalidad que durante tanto tiempo había permanecido dormida. Sin embargo, muchos de esos pacientes no pudieron asumir la realidad y cayeron de nuevo en la rigidez de su enfermedad. Otros comenzaron a sufrir ciertos efectos secundarios, cada paciente reaccionaba a la droga según su naturaleza. Ninguno de ellos logró una recuperación completa, aunque algunos fueron capaces de recobrar un cierto grado de relación con su entorno más cercano.

Pasaron algunos años más y, poco a poco, murieron todos los supervivientes de aquel misterioso brote. Sólo ochenta años después, a principios del siglo XXI, se ha logrado identificar el agente causante de la encefalitis letárgica: se trata de una simple mutación de una bacteria común, el Streptococcus pneumoniae, cuya forma original sólo causa infecciones de garganta.

Del libro “El alma está en el cerebro” – Eduardo Punset






4 comentarios:

Pau dijo...

Cuanta sensibilidad hay en tu alma ,nocheinfinita.....Un placer ,como siempre leerte.
Besos.

nocheinfinita dijo...

Muchas gracias Pau por tu comentario.

Un beso.

Ciudadano K dijo...

Somos Música. Gracias por tus bellas palabras. Besos.

Ciudadano K dijo...

Somos Música.
Gracias por tus bellas y sabias palabras. Besos.