Princesa Inca (Cristina Martín)
La mujer-precipicio
Prólogo de Gemma Nierga
Colección: Preciosa y el aire
Publicación: Marzo 2011
Editorial: Libros del Silencio
«Hay algo muy especial en Cristina, y hacer un retrato de esa persona singular y maravillosa no es nada sencillo. Su voz, su risa sonora, su elocuencia, sobre todo su verdad son únicas. Me conquistó muy pronto. Con la fuerza de su poesía, la intensidad con que decía sus versos y el silencio que provocaba su voz diciéndolos. Su vida ha sido dura, pero ella no es frágil. Tiene una terapia infalible: la risa. Y esa valentía suya, esa capacidad que tiene de no cortarse nunca, es una lección que espero que siga repitiéndome mucho tiempo. A ver si por fin aprendo.» Gemma Nierga (Extracto del prólogo)
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Si la poesía no debe preocuparse por ser hermosa, ni agradable, ni por perseguir la certeza; si la poesía tiene que doler y acompañarnos en el insomnio; si tiene que nacer de cuadernos emborronados mientras uno camina ciudad arriba, ciudad abajo; si tiene que llevarnos hasta el borde mismo del precipicio, «paralizados ante la duda inexacta y rara de seguir existiendo»; si tiene, en fin, que poseer «la fuerza rabiosa de la vida», entonces este libro está lleno de auténtica poesía. Web: libros del silencio
[Portada e ilustraciones de Mercè López]
Dicen los médicos que es bipolar, esquizoafectiva. Dice ella que la crisis que sufre desde hace diez años y la fuerte medicación la dejan como un zombi. Princesa Inca / Cristina Martín remueve conciencias desde la radio y ahora desde un estremecedor libro de poesía.
Ha necesitado dormir 14 horas antes del encuentro con el periodista. "La medicación me deja como un zombi". Lleva así más de diez años. "Administradme dosis fuertes de pastillas / para que no sepa pronunciar ni mi nombre / para perder el sentido de estar sintiendo / el sopor de una existencia llena de puñales".
Princesa Inca (Cristina Martín, Barcelona, 1979), jardinera, estudiante de psicología, diagnosticada como bipolar, o con trastorno esquizoafectivo -depende del doctor"-, "loca" -dice ella misma-, colaboradora del programa La ventana, de Gemma Nierga, en la cadena SER, acaba de publicar La mujer-precipicio (Libros del Silencio), donde se incluyen estos versos de Administradme pastillas: "Pastillas que rectifican a los que sueñan, / más de lo previsto, / más de lo que a vosotros os hace falta".
Pero mejor eso que el insomnio, que es blanco y enloquece... "Blanco como la blusa Armani / que come del sudor y la espalda doblada de mis padres. / El insomnio es blanco, blanco como la luna, como la nevera vacía, / como el arroz hervido de los pobres. / Blanco como las sábanas blancas en las que lloras / porque no encuentras la salida. / El insomnio es blanco, / blanco sucio como el patio de la cárcel, / blanco como las batas y las correas del psiquiátrico".
Se lo echa en cara a la sociedad normal. Desde la radio, desde su libro de poesía (el primero), desde esta entrevista (una de las muy pocas) en Gracia, fumando en la terraza de un bar de una plaza de su barrio de Barcelona: "Las enfermedades mentales siguen siendo un tabú. Apenas se habla de ellas, y eso da pie a que no se debata, no se investigue lo suficiente. La sociedad, la sanidad pública, lo único que hacen es administrarnos pastillas, narcotizarnos, para que les dejemos tranquilos. Poco más. En estos diez años en los que he sufrido crisis, el tratamiento poco ha variado. Mi padre era transportista; mi madre, ama de casa y costurera; yo no tengo dinero para pagarme psicólogos ni psiquiatras privados. Te dan pastillas que te anulan, pero no se paran a escucharte para intentar averiguar qué pasa".
"He sufrido tres grandes crisis, en las que las subidas y bajadas son brutales, extremas. La primera, con 20 años. Un misterio. Un día te levantas y estás distinta. No sé por qué. Estaba en la Universidad estudiando psicología. Y, de repente, me sentía la reencarnación de una princesa inca. De ahí el nombre con que firmo.Y luego, otra más, cuando trabajaba como jardinera; es verdad que curraba mucho, 13 horas diarias". Y luego, otra más, hace año y medio, cuando murió su padre de repente, de un ataque al corazón, en la que tuvo que ser sometida a terapia electroconvulsiva (electrochoque), pero de eso prefiere no hablar. "Fue un palo muy grande. Mi padre era muy buena gente. Yo estaba muy unida a él. Fue demasiado para mí. Me internaron tres meses. Y luego estuve mal otros seis. Como secuela, me ha quedado la agorafobia. Ahora me da miedo coger el metro sola. No lo sé explicar. Pero es así. Ya sé que no es racional. Los tratamientos son muy fuertes. Y cuando te internan, tú no entiendes nada. Te atan, te sujetan, y tú crees que es un compló contra ti, porque en los momentos de euforia tú estás arriba del todo, y te crees una princesa inca, o Janis Joplin, y no entiendes nada, por qué te encierran, por qué te atan. Como decía Panero (el escritor Leopoldo María Panero): en un psiquiátrico entras hablando de la Virgen y sales hablando de nada".
-Pero ¿qué se siente?, ¿una tristeza enorme?
-Más que tristeza, son miedos. Es muy complicado lo de la mente. Es que a veces no puedes tirar para adelante. Tengo un amigo que, por ejemplo, oía voces por la mañana. Yo no, nunca he oído voces. Pero él sí. Y cuando se las quitaron, con fármacos, sentía una soledad tan grande que él decía que era más terrible que las voces, que las voces le acompañaban. No se puede intentar homogeneizar a todos por igual. Si esas voces te dicen cosas positivas, ¿por qué quitarlas? Los niños las oyen, tienen amigos invisibles, que les ayudan a desarrollar su imaginación. Y no creo que sea bueno callárselas. ¿Por qué todos tenemos que ser iguales? Quizá para que seamos más manejables. Dicen que estamos locos, pero te fijas en cómo actúan los políticos, la Iglesia, los ejércitos, y ¿esos no están locos?
Princesa Inca-Cristina escribe desde que lo recuerda. Se crió escuchando los versos de Lorca que le leía su madre. Tiene una estantería de su pequeña habitación llena de libretas con goma con sus pensamientos escritos a mano. "Ha sido mi salvación. No sé qué habría sido de mí sin esto". Pero compone versos como vomitando, echando todo fuera, haciendo daño, hurgando, no busca estéticas: "No se trata para mí de un trabajo, no me esmero, no cuadro, no / perfilo, no borro, no reviso, no perfecciono. Son gritos" (No son palabras, sino gritos).
"¡Despierta, princesa, muñeca, caricatura, flor, puta, vacía, gitana, rota entraña! (... ) ¡Despierta, máscara inútil! No llores, que destiñes tus zapatos rojos, y tus vestidos de hilo, y te quedarás descalza, y entonces... Ay, ya verás qué frío, y qué muerte, y qué nada más y nada más, nada más, puta Princesa, loca, ya verás, llorona, descalza y muerta, deja de llorar o ya verás. / Nadie se paró en la Gran Vía... Y yo solo quería, para no ver, coserme los ojos".
Entrevista realizada por Rafael Ruiz, el pasado 27 de marzo en el diario El País. Podéis leerla completa AQUÍ.